«Lo más valioso que puedes cometer es un error. No se puede aprender nada siendo perfecto.»
Adam Osborne
No hay forma más rápida de aprender que a través del error. Si te das esa oportunidad, la curva de aprendizaje será más corta.
Todos entendemos el valor y la importancia de resultados adversos, eso está claro, y la realidad es que la vivencia del fracaso es la parte que nos gustaría saltarnos del guión de nuestra vida. Todos hemos escuchado la frase cliché: «El fracaso es parte de la vida», pero no creo que hayamos escuchado que nuestros padres o el sistema educativo tradicional nos digan: «Anda a cagarla», por el contrario esta sociedad quiere protegernos a toda costa del temido fracaso y lo que es peor hoy en día los gurús de cualquier área nos quieren vender la bola de humo del éxito inmediato, tal como llega Uber o Amazon a nuestra puerta.
Hace tres meses exactamente compartía en este blog un artículo sobre mis logros y expansión y esta vez vengo a compartirte exactamente lo contrario. Qué increíble lo que puede suceder en un trimestre, ¿verdad? Y es que el camino no es lineal, sino sinuoso, y los roles y dimensiones de un ser humano son diversos. En ese momento te hablaba solamente de logros profesionales. Ahora estoy lidiando con lo personal, profesional e inclusive existencial.
Estoy haciendo duelos emocionales y materiales. Y en ambos casos puedo reconocer, como mucho del malestar que estoy atravesando tiene que ver con MIS EXPECTATIVAS sobre lo que esperaba que sucediera y no sucedió, y sobre la expectativa sobre mí misma que tampoco se cumplió. ¡Expectativas!, el origen de todo…
No ahondaré en los acontecimientos, sino más bien en la belleza que le voy encontrando a mis repetidas caídas y fracasos y hasta la chispa creativa de nacen de ellos. Eso sin contar que voy acumulando horas de vuelo en mi Maestría de vivir y arraigando cada vez más profundamente mi propósito, mi motivo.
Afilar el hacha, duele, pero vale oro
Nuestro sistema de creencias entiende que sólo se premia el resultado favorable o sobresaliente, que hay que destacar, que hay que dar lo mejor, que solo los logros son importantes, que no hay celebración posible si no obtuviste lo que querías. Nunca hemos sido llamados a hacerle una apología al fracaso, excepto por el caso de autores de libros que en sus escritos buscan reivindicarlo. Te recomiendo el libro John C. Maxwell, El lado positivo del fracaso.
Y siento que ya es hora de ir archivando ese concepto de ÉXITO, ya que es un fraude contundente, al menos para nuestra salud mental y emocional.
Nuestra cultura es de «prepararnos para el fracaso», no de lanzarnos a él y esta pseudo preparación hace que lo pospongamos una y otra vez, aún sabiendo que es inevitable. Te dejo este Ted Talk del 2015, haciéndome eco de las palabras de la speaker: «El músculo se tiene que desgarrar para crecer».
Si tienes ojos para ver, te voy a contar esta historia:
“He leído muchos libros, y me he olvidado de la mayoría; pero entonces, ¿cuál es el propósito de la lectura?»
Esta fue la pregunta que un alumno le hizo una vez a su maestro.
El maestro no respondió en ese momento; sin embargo, después de unos días, mientras él y el joven alumno estaban sentados cerca de un río, dijo que tenía sed y le pidió al niño que le trajera un poco de agua con un colador viejo y sucio que había en el suelo.
El alumno se sobresaltó, porque sabía que era un pedido sin lógica.
Sin embargo, no pudo contradecir a su maestro y, habiendo tomado el colador, comenzó a realizar esta absurda tarea.
Cada vez que sumergía el colador en el río para traer un poco de agua para llevar a su maestro, ni siquiera podía dar un paso hacia él, ya que no quedaba ni una gota en el colador.
Lo intentó y lo intentó decenas de veces pero, por mucho que trató de correr más rápido desde la orilla hasta su maestro, el agua siguió pasando por todos los agujeros del tamiz y se perdió en el camino.
Agotado, se sentó junto al Maestro y dijo:
-No puedo conseguir agua con ese colador; perdóname, maestro, es imposible y he fracasado en mi tarea.
-No -respondió el anciano sonriendo- no has fracasado. Mira el colador: ahora brilla, está limpio, está como nuevo. El agua, que se filtra por sus agujeros, la ha limpiado.
-Cuando lees libros -prosiguió el viejo Maestro,- eres como un colador y ellos son como agua de río. No importa si no puedes guardar en tu memoria toda el agua que dejan fluir en ti, porque los libros, sin embargo, con sus ideas, emociones, sentimientos, conocimientos permanecen… la verdad que encontrarás entre las páginas, limpiarán tu mente y espíritu, y te convertirán en una persona mejor y renovada. Este es el propósito de la lectura.
Si hiciéramos una analogía de esta historia con la vida, si tú fueras el colador, ¿qué o quién sería el agua para ti? ¿Estás listo para que el agua limpia haga su trabajo en ti? Te espero en Octubre en el Programa Catalizador de Claridad.